Mi familia tuvo un elefante grande en el cuarto. No me daba cuenta y no pensaba que nos iba a afectuar. Sabía que estaba allí por algunos años antes de recibir la llamada que cambió mi vida. No sé como lo ignoraba por tanto tiempo, pero un día, mi mundo se destrozó y quedé sorprendida.
Al principio, sufrí sin dar cuenta de mi dolor. Es difícil expresar que algo tan intangible como una idea puede molestar desde miles de kilómetros, afectando cada aspecto de la vida de uno. Caminé con la tristeza aumentando en mi alma y pesando mis hombros. Ni sabía que estaba triste hasta que mis amigos me dijeron que me veían así. Es como la historia de la rana en el agua hirviendo. Si echas una rana en el agua caliente, saltará de inmediato y se salvará. Pero si echas una rana en agua fría y poco a poco vas aumentando el calor, morirá porque no se da cuenta de los efectos dañinos de su ambiente. Así fue conmigo: estaba en el agua hirviendo.
Me preguntaba, ¿porqué había de ser triste? Habían muchas personas que tenían desafíos más difíciles que yo! Yo estaba estudiando en la universidad y podía leer mis escrituras cada día. No tenía que sufrir ningún grado de opresión por mi género ni mi religión. Tuve comida suficiente, un techo y una cama, papel para escribir y dibujar. ¿Por qué, entonces, me sentí tan triste? Me frustraba, pensando que era tonta por dejar las problemas de mi familia (los cuales no podía controlar) cambiar mi vida tanto. Al expresar mis sentimientos a un amigo, tuvimos una conversación que nunca olvidaré.
"Es tonto," dije, doblando mi kleenex en triángulos pequeños. Trate, como normal, de esconder mis sentimientos. "No puedo hacer nada para resolver la problema, pero duele iguál."
Me preguntaba, ¿porqué había de ser triste? Habían muchas personas que tenían desafíos más difíciles que yo! Yo estaba estudiando en la universidad y podía leer mis escrituras cada día. No tenía que sufrir ningún grado de opresión por mi género ni mi religión. Tuve comida suficiente, un techo y una cama, papel para escribir y dibujar. ¿Por qué, entonces, me sentí tan triste? Me frustraba, pensando que era tonta por dejar las problemas de mi familia (los cuales no podía controlar) cambiar mi vida tanto. Al expresar mis sentimientos a un amigo, tuvimos una conversación que nunca olvidaré.
"Es tonto," dije, doblando mi kleenex en triángulos pequeños. Trate, como normal, de esconder mis sentimientos. "No puedo hacer nada para resolver la problema, pero duele iguál."
"¡Pero por supuesto te duele!" Me dijo. "Es importante para ti. Estaría sorprendido si no te dolía."
En este momento, me daba cuenta que mis sentimientos no eran tontos. Eran reales para mi. Y esto estaba bien.
Aquí llego al corazón de mi post. TU DOLOR ES VALIDO. No importa si hay una razón sensible o no, lo sientes y realmente es un desafío para ti. Estoy agradecida por mi amigo. Me ayudó a realizar lo que realmente es el dolor: Es un recuerdo que uno amaba algo con tanta fuerza que lo hecha de menos desde el corazón. Aunque duele, de una manera es hermoso haber amado tanto.